martes, octubre 24, 2006

Reunión en la guarida

Ayer un amigo me dió unos regalos que me trajo luego de un viaje, y me encantó el concepto que tiene de mi: una caja de Dunhill, dos VHS de mi equipo favorito campeón, y un Johnnie Walker cinta negra.

"Te faltó la Magnum, Diegote", le tiré al pasar, y me contestó con su típico "Jeje".

En otros tiempos, me regalaban libros de Carl Sagan, Asimov, Castaneda...

Cuando llegué a mi guarida, miré fijamente la caja negra, letras doradas... tan sobria y elegante, atesoraba un contenido exquisito y embriagador. En un ataque de narcicismo, inusual y tempranero, me dije: "Ese soy Yo."

Y decidí que iba a agarrarme una buena curda, de esas que vengo esquivando desde hace algún tiempo, más precisamente desde que me visitara un
extraño trío escandinavo.

Inmediatamente, mi hemisferio izquierdo empezó su tarea: "¿Porqué emborracharse?" "Porque sí, imbécil numéricamente infalible" le (o me) contesté. Y con la indignación propia del que no esgrime razones, abrí la caja, y puse la botella en la mesa del comedor, a lo guapo.

Miré los tres celulares, con la intención de empezar las llamadas; pasé alternativamente por la idea de congregar a la barra de atorrantes, luego la de hacer algo "mixto", y finalmente la de convocar a tres o cuatro ninfas que darían oro por recibir un SMS desde el 391 7xxx.

Una a una fui descartando las posibilidades. Vengo construyendo una imagen de aislamiento que no era justo desbancar asi porque si. No señor.

Al terminar el segundo vaso, comencé a percibir la presencia de viejos conocidos. Disimulé, y me llevé la botella, hielo y vaso al living, apagando la luz en un intento de no darme por aludido. Abrí una caja de cigarrillos, me estiré en el maravilloso sillón preferido de mis invitados, y disfruté de mi tercer "on the rocks".

Luego del cuarto, quinto o sexto, no recuerdo bien, estiré la mano hacia el iPod, y busqué en esas maléficamente pequeñas y danzarinas letras, a aquel que haría la velada más amena. Machito Ponce, uno de mis rescates del Olvido, empezó a echarme en cara, como cien kilos de cemento cayendo desde un décimo piso, su inocuo sabor extasiador de hembras.



Paradójicamente, el ritmo sostenido y las letras volátiles hicieron acercarse a mis convidados de piedra, que con su pesada presencia, arrimaban descaradamente sus vasos a mi preciado y áureo líquido.

No me sentía con derecho a negarle un whiskicito al que se sentara en mi guarida, asi que dejé que se sirvan y me conviden a su gusto.

"Está serena la noche", disparó al aire la Soledad. Reconocería su voz incluso en una reunión de tuppers. La Culpa, con su ronco sopor, contestó: "Especial para confidencias...", dejando lugar para la respuesta inmediata de la Conciencia: "Si. Hablemos". Mi vaso otra vez se llenó de juancito caminante.


Las miré como se mira a una ex novia que se nos aparece en la playa, con diez años más y unos cuantos gramos de siliconas en lugares que, damos fe, tenían sus carencias. Mezcla de rechazo y deseo de probar esas nuevas durezas de fantasía.

Y como los minutos pasaron, y yo me encerré en mi silencio, habló de nuevo la Conciencia: "Siempre es lo mismo con vos, ¿no?". Se levantó y se fue, y me quedé ofendido, no por su desplante, sino por esa impertinente confianza.

La Culpa, que había bebido bastante, dejó su vaso con un sonoro golpe. "Quedate con ella, con tu preferida", me musitó al oído, señalando con alcohólico despecho a la que tenía frente de mí.


La miré profundamente, con mis ojos inundados de borrachera, y miré a la botella; menos de un dedo separaba el fondo de la verdad de la mentira superficial.

Quise hablarle, pero no pude. Noté que la música ya no hacía temblar las paredes de mi cabeza.

La Soledad se levantó con fingida sobriedad, y con su sonrisa de mil soles nocturnos, susurró en mi pecho: "Dejá, yo levanto los vasos". No le dí las gracias, y cerré los ojos.

Hoy encontré una nota pegada a la puerta, con una letra muy similar a la mía. Decía:

No hay lugar donde esconderse de uno mismo.

6 comentarios:

Naty dijo...

Mi muy estimado, hasta una curda bien puesta suena triste -y bella... bendita costumbre que tiene- con sus palabras...

Cuando nos encontremos por esas vueltas del destino, le enseño lo que es volver a la borrachera descerebrada y feliz, como corresponde!

Besotes

Emita dijo...

Capaz que si no hubiese sido por "esas visitas" que llegaron sin invitación a su guarida, la nota de la puerta nuca se hubiese convertido en una afirmación tan real...

Besotes!

Fantomas dijo...

Naty, Usted siempre tan generosa... por supuesto, será un Honor para mi, y desde ya le adelanto, me deja pagar a mi, ¿eh?.

Emita, otra que siempre le encuentra el lado bonito a las cosas. ¡Gracias!

Vuestro.

Fantomas

PD: ¿ya vieron el resultado del "concurso"? Y me di cuenta que nadie comentó el post, jeje... ¡mis gordis! (con respeto y cariño, ante todo)

El Mostro dijo...

curda, curda, he tenido pocas, porque antes de empedarme...me duermo como un gil. ¿Y que andás haciendo en Honduras? Si se puede saber...

Fantomas dijo...

Hola Mostro: ¡Bienvenido! En Honduras hago todo lo que puedo, o me dejan, jeje. ¿Y vos que andás haciendo por acá?

Hola Zorrita: lamentablemente, nada en mi vida es "simple"...

Mis Respetos.

Fantomas

Zapata dijo...

Hace años que no me agarro uno de esos "pedos antologicos" que solia agarrarme cuando era chico

Desde ya, le comento que Soledad, Culpa, Agonia, Tristeza, y su coro de "angeles" tambien andan por Buenos Aires (somos viejos conocidos, le hablaron de mi?)

Espero que, como a mi, le hayan iluminado las borracheras

Siempre un placer la lectura de este blog

Mariano